Bitácora

Estructurando Proyectos:
De todos los locales que pude apreciar en mi fugaz recorrido el que más llamó mi atención fue este, la librería donde solía comprar algunos ejemplares de imitación de "La culpa es de la vaca", " El principito", "Relatos de un náufrago" y otros que si empiezo a recordar tal vez no me cabrían en este pequeño espacio; el mismo propietario de gafas grandes y acento cachaco volvió a ofrecerme su producto mientras yo miraba su nuevo establecimiento ya  no conformado por un stand de maderas  viejas de color verde sino de resistentes paredes y techo dde hierro. así confiaré que la fuerte lluvia no dañará los libros que aunque viejos y no originales transmiten la misma enseñanza que un ejemplar autografiado y con portada reluciente. 
Libreria dentro del merrcadon público. Por: Andrea Perozo.

Recordar es vivir:
Estando sentada en el patio de la caridad y mientras veía a los viejitos hacer ejercicio, empecé a escuchar el sonido de unas maracas acompañando a un vallenato alto entonado por Peter Manjarres. Mis oídos buscaban urgentemente aquella ejecición perfecta y al ubicar el lugar de donde provenía, mis oojos encontraron a un anciano sentado solo en un cuarto oscuro. Era de tez morena y lucía unas gafas oscuras, me senté a su lado sin que él se percatara para poder deleitarme con el sonido de sus maracas, al estar tan cerca de él me di cuenta que estaba totalmente ciego, pero el vibrar de esas maracas podrían haber despertado cualquier gigante dormido. Así que no pude dejar pasar la oportunidad de capturarlo en un corto video que dejaré a continuación.



Un dinosaurio de los trámites:
Me encontraba en el IPC de María Eugenia con el fin de tramitar el subsidio de mi hijo al igual que muchas personas y como muchas de ellas resulté siendo víctima de la tramitomanía, donde un consultor me dijo que el sistema estaba caído, que debía regresar después del quince para ver si contaba con suerte de realizar mi proceso.


Fiebre tricolor:
Confieso que sentí envidia de todas esas personas que lucían la camiseta de la selección puesto que yo no contaba con una de ellas debido a un robo del que fui víctima unos meses atrás, sé que cada vez que llegue una fecha similar me sentiré de la misma manera, pero aunque no luzca una de ellas sentiré la misma pasión por el equipo de mi tierra porque Colombia es eso; no por nada llevamos un eslogan que dice: Colombia es pasión.


Noche de parque en Pescaíto:
Luego de regresar de mi recorrido por el parque me subí a la moto de mi esposo y cuando él me pasó el perro caliente que habíamos comprado, lo dejé caer como consecuencia del grito de un niño que había resbalado y caído por subirse muy rápido a una de las máquinas de ejercicios. Mi esposo me regañó por mi distracción mientras mi hijo reía a carcajadas porque mi cena había quedado vuelta un masacote. Regresé a casa y como pude medio arreglé el perro caliente y me lo comí o por lo menos ingerí lo que quedaba de él.


Salsa para sazonar el alma:
Como de costumbre salí de carrera para la entrevista y no tuve tiempo de desayunar, cuando llegué al sitio acordado sentí que desmayaría por el hambre que abundaba en mí. Cuando vi que mi entrevistado sacó la ensalada de frutas frescas, me saboreaba y tuve ganas de llorar; creo que por eso fue que el señor Junior nos ofreció comer un poco de ella puesto que se notaba mis deseos por devorar cada trozo de frutas, tanto así que en plena grabación mientras mi profesor hacía una toma de mi entrevista yo metí el tenedor en el plato y dañé la toma que debió ser repetida.


Buritaca: paraíso inusual:
De regreso, en el bus se  sentó un anciano a mi lado izquierdo y  desde que empezó el viaje hasta que  se bajó en Mamatoco fue hablándome de su esposa, hasta logró contarme que ella sufre de depresión emocional y yo luchaba por estar atenta a lo que me decía ya que estaba muy somnolienta de tanto trasnochar y trabajar, no veía la hora de que guardara silencio o se bajara para intentar dormir un poco. Lo curioso es que cuando se bajó automáticamente mis ganas de dormir desaparecieron; por lo cual concluí que la conversación era algo aburridora o su tono de voz era muy arrullador.


Travesía Hacia el velorio de “El Profe”:
Ya eran casi las & de la tarde y yo no me decidía a ir al velorio puesto que no soy muy partidaria de ver muertos y me trauma escuchar lamentos o gente llorando, fui porque mi mamá me insistió argumentando que aprovechara la noticia del momento y ya a esa hora no iba a encontrar otro tema para escribir. No imaginé que ese camino fuera tan productivo cuyo resultado sería un texto tan profundo que aún lo leo y me sorprendo, no tuve necesidad de mirarle el rostro pálido al difunto para experimentar sensaciones impactantes; el recorrido me dio más de lo esperaba.


Noche de tambores: 
Tenía tantas ganas de escuchar el son de esos instrumentos que no le presté mucha atención a la clase que recibía en la universidad, saliendo hasta me tropecé con una piedra y por poco casi me caigo. Un rato después de llegar al toque, los deseos  de ejecutar un llamador como en los viejos tiempos eran muy fuertes. Mi ex instructor y amigo se acercó con un músico y le dijo: Ésta “flaquita” ahí donde la  ves toca ese tambor con mucha fuerza y ritmo. Yo sonrojé pero me dio pena quitar a uno de los músicos para tocar yo.

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